Entre las colinas de la hermosa Galilea, dejo pasar mis días, disfrutando cada mañana los amaneceres que la madre natura regala a mis ojos.
Los invito a leer mis garabatos y así acompañarme en mis caminatas.
Comentarios siempre serán bien recibidos.
Los preparativos
vislumbran un sensible suspenso frente a las horas libres, carentes de especial
importancia.
Tiempo en demasía sin,
quizás, un verdadero significado palpable.
Las cosas superfluas,
ideas frustradas, intentos fallidos, uno a uno, como soldados de plomo,
desfilan en un imaginario evento, como
representando épocas pasadas que ya no volverán.
La mente limpia,
absorta en sentimientos extraños que como olas, en vendavales, arrasan contra
los deseos, transformados en
inmensas rocas que el fuerte viento no atina a mover del lugar.
Una única esperanza,
capaz de evacuar las dudas: utilizar los minutos como escalera para alcanzar
las horas, y en forma pausada, pues
nada apremia, completar el ciclo diario de nuestro existir.
Hemos llegado a la
recta final, de aquí en más no habrá vencedores ni vencidos.
El sol renace, anuncia
un día pleno de emociones y experiencias.
La necesidad nos
obliga, sin aplicar excesivo esfuerzo, a fortalecernos para afrontar una labor
distinta, con mira al futuro ya tan
cercano.
Aquello se asemejaba a un campo diezmado por la langosta. Las dos huestes ostentaron sus potencias. Enfilados como paralelas mellizas quedaron firmes sin dejar de auscultar a sus rivales. También aquellos aguardaban la orden que lograría desencadenar el ya inevitable enfrentamiento. Uno de nuestros avezados jinetes, rompió el espectral silencio. Avanzó, quedándose cerca de la línea de vanguardia. Todos sujetaron la respiración ¿Cual sería la reacción del enemigo? La respuesta, casi imperceptible, no demoró su llegada: uno de los pioneros abrió las filas del contingente.
Un sonido de alerta recorrió nuestras tropas. Casi de inmediato llegó la orden, otro jinete salió al campo de batalla, esta vez desde el otro flanco; ahora los dos centinelas abarcaban, con su vista, todo el horizonte. Se presentó uno de los mensajeros del enemigo, plantó su figura y aguardó la consigna.
Uno de los nuestros hizo lo propio, no deseábamos recibir sorpresa alguna, y menos al comienzo de la contienda.
En forma pausada se fueron acercando.
Nosotros, demasiado precavidos, nos abstuvimos de ofrecer una temprana confrontación. Nuestros hábiles compañeros, realizaron varias escaramuzas sin positivos resultados.
El pionero central de nuestro bando, avanzó con movimientos cortos y sigilosos. En un momento de descuido, se topó, cara a cara, con la amazona del adversario. Ésta, se encontraba en aquellos instantes asediada por uno de nuestros inteligentes jinetes, y optó por replegarse, dejando el camino libre al picarón. Ni lerdo ni perezoso, continuó avanzando, llegando a las cercanías del grueso de las tropas enemigas. El comandante adversario, se percató del ardid y ordenó a uno de sus expertos montadores, eliminar al atrevido e insignificante invasor. Quiso la estrategia empleada, cosechar sus frutos. Una de nuestras torres de vigilancia, había sido emplazada cerca del campo enemigo, y en aquel preciso momento se hallaba en línea recta con el lugar del excepcional enfrentamiento entre el pigmeo y el gigante. Nuestra infatigable y atenta amazona, siempre al frente de las tropas, lanzó su estocada mortífera:
¡¡¡JAQUE MATE!!!
°°***°°
Beto Brom *Registrado-Safecreative N°1201180934690 *Música de fondo: Caractacus op. 35 /Triumphal March by Elgar
Dudó el andariego. El camino decidió bifurcarse. El
destino probó, una vez más, su espíritu aventurero.
Similares alternativas, oportunidades semejantes.
El sol, desde su trono, apresuraba su decisión.
Un trotecito a sus espaldas, familia de liebres,
madre y cuatro descendientes ensimismados en una carrera, pasaron por un
costado ignorando su presencia, como si él no existiera. Tornaron sobre la
derecha. En escasos instantes desaparecieron del horizonte.
Calculó que una pendiente sería la causa. Optó
seguirlos, quizás por allí cambiaría su suerte.
Como había previsto, un pronunciado declive del
terreno se abalanzó sobre él.
Los rápidos animalitos eran ya una mancha en el
sendero.
Allí abajo se vislumbraba un pequeño grupo de
árboles, cercaban una especie de construcción, precaria por lo visto desde su
puesto de observación.
Quiso suponer que estaría habitada, era lo que
anhelaba en aquellos momentos, es más, lo necesitaba, un angustiado deseo de
hablar con alguien, ya tiempo que la soledad lo acechaba muy de cerca.
Arregló un poco su humilde ropaje, la buena
apariencia es hermana de la primera impresión, y esta es la que cuenta entre
las personas, En aquel próximo encuentro entre un forastero y un corre caminos,
más que más.
Dos perros, de respetables dimensiones, salieron al
encuentro, metros distaban hasta la casucha.
Conocedor de la mentalidad canina, no detuvo el
paso y continuó ignorando la presencia de ellos. Su táctica, aparentemente no
resultó, los ladridos se interrumpieron, optó por sentarse, de aquella forma no
ofrecía señales de ataque.
Fueron momentos de espera, ambos bandos se
estudiaban.
Nuestro caminante, en forma lenta extrajo de su
mochila un trozo de pan; lo depositó en la palma de su mano derecha y extendió
el brazo en el aire frente a los asombrados guardianes.
Como era de esperar, uno de ellos comenzó a
acercarse, paso a paso, con suma inteligencia y precaución. Husmeó el aire,
comprobó el olor del bocado ofrecido, se detuvo, hecho un vistazo a su compañero,
como esperando consentimiento.
Continuó acercándose hasta llegar a escasos
centímetros de la mano del hombre, elevó su hocico una o dos veces, era
imprescindible cerciorarse, decidió agarrar el alimento, lo mantuvo entre sus
dientes y regresó donde estaba aguardando su compañero. Arrojó el pan al suelo
y su compinche lo devoró en un santiamén.
Satisfecho de su valentía volvió sobre sus pasos,
en forma que era imposible ignorar su intención. El resultado no tardó en venir
por parte del caminante. Provisto de un segundo trozo de pan, no tardó en
deglutirlo en segundos.
Un grito se escuchó, los tres quedaron
impactados, un pequeño hombrecillo provisto de lo que pareciese una escopeta,
estaba plantado en la entrada de la vivienda, los llamó por sus nombres:
¡¡Sol y Luna!! ¡¡¡¡¡A CASA!!!!!
Como soldados muy bien adiestrados, de un golpe se
pusieron en pie y corrieron hasta la casa apostándose a los flancos del amo.
-Buenos días, buen hombre, llego con aires de paz,
estoy de paso...
No hubo respuesta.
Se puso de pie, elevó sus manos, como muestra de
estar vacías, y las movió a título de saludo. Agregó:
-¿Podría acercarme para
saludar?
El silencio no fue interrumpido. El interesado
visitante, entendió la indirecta, se abstuvo de ejecutar sus intenciones de
amabilidad.
No estaba acostumbrado a esta clase de
recibimiento.
Distintos los pensamientos de los hombres y raras e
increíbles sus reacciones ante lo nuevo, inesperado o desconocido.
A buen entendedor....
Alcanzó a exclamar un...
-Adiós, que tenga buen día- y sus pasos enfilaron hacia el camino que lo esperaba.
Ya empezaba la tarde acogedora,.
Después de una corta caminata encontró un adecuado
lugar para el descanso. Quizás decidiría hacer noche allí.
Arropado, con la agradable compañía de un pequeña
fogata, intercambió miradas con unas picaronas estrellas, que gustaron
compartir aquella noche entre amigos.
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Beto Brom
*Registrado/Safecreative N°1201250971327 *Música de fondo: Chopin / Nocturne op.9 n°2
Pasan los días, terminan los años, la pregunta mantiene su vigencia:
Al nacer, ¿somos todos iguales?
No importa donde ocurre nuestra aparición, no importa la identidad de
nuestros padres, no importa si es en una casa, o en un rancho, o en un palacio,
no importa si es de noche o de día, verano o invierno, ¿todo da igual?
Nuestro carácter pertenece a los genes, ¿como nuestro color de piel, de
ojos?
Todos nacemos buenos, humildes, tranquilos, ¿nada perturba nuestra
presentación?
El medio ambiente que nos rodea influye en nuestra personalidad futura,
¿es capaz de modelarnos, inclusive en contra de lo adquirido en el comienzo?
Ya se dijo: ""llegamos sin pedirlo""
No obstante, recibimos y soportamos, amenazas, quejas y culpabilidad,
ante actos propios de nuestro errores.
Hace ya mucho tiempo que garabateo dejando huellas en la
blanca hoja, con mis pensamientos y también sentimientos.
Mis lectores
gratifican mi labor, al dignarse leer mis líneas, e inclusive recibo sus
comentarios que los interpreto como verdaderos premios.
Una rara sensación de
plenitud abarca mi ser, cada oportunidad que personas opinan sobre uno de mis
cuentos o relatos, dejando allí palabras que estimulan, permitiendo así,
henchir mis velas para continuar navegando con más bríos.
He tocado infinidad de temas, algunos sobre hechos reales y
otros producto de mi imaginación.
Soy admirador empedernido de la naturaleza, y
el hecho de vivir acompañado por ella, me otorga un privilegio que lo disfruto
día a día, y se vislumbra, por supuesto, en más de una de mis creaciones.
Considero que la facultad de mudar percepciones e inclusive
regocijos o porque no, descontentos, desde mis neuronas a la plana, es
comparable con los trazos que dejan las pinceladas de un pintor, las huellas
del rocío sobre las flores, o la baja marea sobre la arena, al retirarse.
Sensación de bienestar ante el logro conseguido... ante mis
ojos el fruto cosechado, ¿es posible mejor recompensa?
A veces entablo serias conversaciones con mi otro yo, me
escucha, sonríe y sólo en contadas ocasiones me responde, sólo le basta con
mirarme y crease o no, capto su mensaje. Siempre insinúa, nunca exige, eso sí,
sus sugerencias las pongo en práctica, raro que se equivoque.
Quiero creer que escribir es una forma de avanzar, de mirar
hacia adelante, utilizando los elementos que se me brindan en mi paso por este
mundo.